Conozco su poesía novelada hace algún año, cuando llegué a las redes y reconozco que cada una de sus lecturas es un soplo de aire fresco, es un motivo para reflexionar y despierta en mi sensaciones y emociones en muchos casos guardadas o escondidas, incluso "inhabilitadas" por seguro, demasiado tiempo!
Su blog, se merece una mención especial y tener la posibilidad de seguirla y conocer su obra es un regalo así que en las redes sociales os la podéis encontrar, y no dejéis de hacerlo! no os lo perdáis...
GRACIAS Rosa por compartir con nosotros este post, esta historia, bella donde las haya como todo lo que tú haces, y gracias por dejar que tu obra se acerque a cualquiera de las personas que pasa por aquí...
Eres tú
Te conocí hace unos cuantos años ya. Yo llevaba un jersey con
cremallera. Tú, no me acuerdo.
Hablé contigo un momento pero no te perdí de vista hasta que me
fui. Noté que nos habíamos encontrado más allá de las palabras. Cuando nos
despedimos me dijiste que te sentías atraído por mí e intercambiamos nuestros
números de teléfono.
Yo llevaba unos años siendo sólo madre. Durante todo ese tiempo
cuidé de mis hijos lo mejor que supe y trabajé lo mejor que pude. Estaba a
ratos triste y a ratos contenta. Y fueron pasando esos tres años desde el
yopuedocontodoynonecesitoanadie.
Recibí noticias tuyas al día siguiente. Yo estaba nadando con mi
amiga y al salir de la sauna miré el móvil. Cuando vi tu mensaje noté algo que
hacía mucho tiempo que no notaba en mi pecho. O tal vez en mi estómago. No sé.
Quizás la sensación de volver a ser mujer. Creo que en ese momento me dividí.
Hice dos compartimentos estancos: uno para la madre y otro para la mujer. No
sabía que se podían ser ambas cosas a la vez y en el mismo tiempo. Y más.
Me llamó la atención que volaras en parapente. En seguida pensé
que una persona a la que le gusta volar seguramente no tiene intención de atar
a nadie. Así que me dejarías volar a mí también. Ser libre. Eras lo que
necesitaba. Una relación a tiempo parcial. Cuando estábamos juntos sólo era
mujer y no madre. Mis hijos son míos y tú no tenías porqué conocerlos. Y cuando
estaba con ellos ni siquiera sabían que existías. Guardaba celosamente la
estanqueidad de mis compartimentos. Me pareció lo mejor.
Durante años nos fuimos viendo así, sin compromiso, sin
obligaciones. Nuestro pacto era la libertad. Tú ibas a volar cuando te parecía
y yo hacía mis viajes cuando me iba bien. Y volvíamos a vernos sin mediar
reproche. Era fabuloso volver a encontrarnos después.
Un montón de veces creí que te amaba. El mismo número de veces que
me lo negaba. Viví la relación al día. En presente. Estaba contenta contigo y
también lo estaba sin ti. Viajabas conmigo aunque yo lo hiciera sola.
Después de una conversación sobre tener hijos, más seria de lo que
queríamos creer, desapareciste durante un tiempo. Creí que te habías ido para
encontrar una mujer que te los diera y me costó aceptarlo. Me di muchas
explicaciones, todas las que tú no me habías dado. En soledad, cada noche me
despedía de ti. Porque te amo, te dejo libre. Haz lo que desees. Vive lo que
tengas que vivir. Esas eran mis palabras. Mi mantra.
Un día cuando ya ni tenía tu número en la agenda de mi nuevo móvil
recibí un mensaje tuyo. Unas palabras exentas de importancia en sí mismas pero
que me hicieron creer que yo todavía estaba en ti. Volví a notar eso en mi
pecho. O en mi estómago. No sé.
En tu ausencia me trabajé. Mucho. ¿Cómo había podido amar sin
entregarme totalmente? Amar no es eso. Amarte es dejarte entrar. Amarme es
fundir a la madre y a la mujer. Es ser toda. Y ser totalmente. Transformar mis
compartimentos en vasos comunicantes. Amarte es abrirte mi corazón. Sin los
límites del miedo a hacerme daño de nuevo si lo abro. Permitirme ser
vulnerable. Eso es amarte y eso mismo es amarme.
Así que fui a volar contigo y viniste de viaje conmigo. Mezclamos
nuestros tiempos personales y hasta entonces intransferibles. Y me atreví a
decirte que te amo. Y me atreví a amarte.
Después de unos años a tiempo completo he empezado a echar de
menos mi espacio, mi idealizada soledad. Y no sé cómo gestionar todo eso.
Hoy podríamos estar juntos pero no estás. Tú me has restado
tiempo. Y yo, perpleja, observo lo cómoda y lo incómoda que me hace sentir mi
idolatrado espacio, mi soledad.
Recuerdo Tú eres yo:
Lo siento. Por favor, perdóname. Gracias. Te amo.
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