¿Estamos avanzando hacia la
ciencia de la colaboración?
Se estudia mucho como se pueden
mejorar los colectivos, los ecosistemas y las redes empresariales, y nos
encontramos al principio del mayor cambio en la historia en cuanto a las
estructuras arraigadas, el modus operandi, aunque más parece un arte que una
ciencia.
Al organizarnos en sociedad
solemos recurrir a las jerarquías tradicionales, ya que es un modelo que ha
funcionado de forma exitosa al sistematizar el trabajo, establecer la
autoridad, explotar recursos, asignar tareas, etc; incluso, las jerarquías definen
las relaciones entre empresas, cada una de ellas ocupa un lugar en la cadena de
distribución: clientes y/o proveedores.
Cada vez más las jerarquías
tradicionales tienen limitaciones, y ya Peter Drucker describió a los cargos
directivos como “repetidores humanos de las débiles señales dispersas que pasan
por información en la organización tradicional previa a la era de la
información”.
En este tipo de jerarquía la
comunicación está limitada, salvo que tenga lugar por medio de relaciones
formales entre la mano de obra y los puestos directivos: son típicamente
burocráticas y los colaboradores se sienten carentes de motivación; cada vez
más demuestran ser insuficientes para la organización en una economía
caracterizada por los rápidos cambios y donde el capital humano se debe traducir
en innovación, creación de valor añadido y mejora de las relaciones con los
clientes.
En medio de todo esto internet
supuso una comunicación que reduce drásticamente los costes de las operaciones
y de la cooperación, lo que cambia aspectos fundamentales del protocolo
empresarial: aparecen alternativas para organizar el funcionamiento interno de
las empresas (pueden aprovechar los conocimientos del colectivo para actuar de
una forma más eficiente, y desafían algunos principios fundamentales del
control jerárquico), hacen surgir colaboraciones entre iguales de distintos
departamentos en la organización, y
podemos reconsiderar el poder que ya no se consigue sobre la gente sino
mediante las personas.
El trabajo puede organizarse
sobre nuevos modelos de proyecto, en los
que el capital humano puede liberarse de las restricciones de mando y control,
forjar interconexiones de organización
autónoma y equipos multifuncionales para interactuar como fuerza de trabajo
global a tiempo real.
Los límites de las empresas
pueden volverse más porosos y eso permite potenciar la capacidad de innovación
en la creación de bienes, servicios, e incluso valor añadido: pueden formar
estructuras de redes horizontales en las que roles, motivaciones, y conductas
de los participantes sean diferentes , y los resultados conseguidos mucho
mejores.
¿Dónde nos lleva todo esto? Es posible
que puesto que todo el mundo está conectado mediante la plataforma digital
mundial, podamos empezar a compartir no sólo información, sino nuestra
capacidad para recordar, procesar datos o pensar?
¿llegaremos a considerar el
trabajo en red como rutas neuronales que se extienden cada vez más para
conectar el capital humano y transformar de nuevo la cantidad en calidad de
conexiones?
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