La naturaleza del amor implica ser un rehén del destino...
Ya relataba Platón en su obra Simposio que el amor no se dirige a lo bello sino a concebir y
nacer en lo bello, esto es, no encuentra su sentido en el ansia de las cosas ya
hechas, sino en el impulso a participar en su construcción, es decir, es otro
nombre del impulso creativo y por tanto está cargado de riesgos.
Todo fluye y refluye en la historia, va y viene siguiendo el
movimiento del péndulo, y esto mismo se aplica también a las emociones.
Ha variado mucho la visión sobre ellas en las diferentes
culturas desde que los griegos las situasen en la barriga, junto con la gula,
el desconsuelo, la rabia y todo aquello que tiene la potestad de transformarnos
en auténticas bestias.
En el medievo por contra se identifican con el pecado al
asociarlas a la suciedad, la mezquindad de la ubicación que les encontraron en
el bajo vientre, y son salvadas por la cultura popular al trasladar su
ubicación al corazón, órgano central de la anatomía humana que se identifica
todavía con el bienestar, con la salud.
Históricamente en nuestra civilización no han gozado de
mucho prestigio, incluso cuando se ha demostrado de forma clara y concluyente
que residen en el cerebro, que es el
órgano de la inteligencia y las reverberaciones conceptuales, pero se las ha
visto como desestabilizadores de la personalidad.
En los últimos años, esta concepción ha variado
radicalmente: los psicólogos descubren que las emociones pueden ser clave en
algunos fenómenos como creatividad o la inteligencia, los químicos trabajan
para encontrar fórmulas que permitan inhibirlas o potenciarlas, los economistas
las incluyen en sus estudios de mercado...
En definitiva, hemos pasado del pienso luego existo al siento luego soy,
dejando la puerta abierta al planteamiento de que razón y emoción no son antagonistas sino complementarias,
teniendo la emoción un papel importante para la elaboración de decisiones
racionales (recuerdas el post en que te hablaba de compradores y vendedores?)
El nuevo paradigma de la neurobiología y la psicología
cognitiva las integra en un todo en el que tienen un protagonismo determinante
si tratamos de explicar la génesis del conocimiento humano, llegando a afirmar
que cuanta más vida emocional seamos capaces de experimentar, más cerca
estaremos de la excelencia intelectual y las construcciones teóricas son
arquitecturas vacías si no están preñadas por la imaginación, el afecto, la
pasión...
El culto a las emociones por parte de los medios de
comunicación y la sociedad en general, convierte a la persona en esclava de los
sentimientos y el neuromarketing y todos
aquellos que pretenden vendernos algo lo tienen claro, cuando nos retrotraen a
la infancia, suscitan nuestra ira, pena... llegando a la orgía emocional
siempre que es posible, cultivando el impacto publicitario que provocan
imágenes con una gran carga emocional, haciéndonos bascular de la euforia al
abatimiento con suma facilidad, lo que nos impide la reflexión.
Existen emociones positivas y negativas, y nuestra
racionalidad depende del equilibrio entre ambas pero hoy la neurobiología nos
aporta los elementos necesarios para comprender lo que ocurre en nuestro
cerebro y los factores que desencadenan esas emociones.
El principio griego de duda, del razonamiento, la capacidad
de reflexión crítica, siguen siendo buenos aliados para liberarnos de las
cárceles emotivas que subyugan la liberta de pensar y vivir de acuerdo con
quien somos.
No has escuchado nunca o padecido en carnes propias eso de
que "los hombres no lloran" , "eres una blanda porque no sabes
encajar una crítica sin llorar"...
No sé a tí, pero a mí me da mucha tranquilidad saber que hay
un mecanismo biológico en mi cerebro que me ayuda a ser quién soy, que regula
mis emociones, y que me permite manifestar mis sentimientos sin caer en
desgracia por el mero hecho de poder manifestar de manera natural una actitud
ante la vida que no deja de ser la mía...
FELIZ NAVIDAD!!